De zorra en zorra y tiro porque me toca

Pues ya tenemos la última machistada disfrazada de canto a la libertad y al empoderamiento femenino. Himno feminista, he llegado a escuchar. Ahora resulta, que que te llamen zorra, es guay. Autodenominarme zorra, es lo más.

Pues va a ser que no.

Resignificar el insulto y llevarlo con orgullo, ni me cuela, ni me convence.

Porque, no nos engañemos, nadie usa el término zorra en su acepción positiva y para piropearnos, léase o entiéndase, “astuta y lista”. No. Se usa para insultarnos, degradarnos y humillarnos. Se usa para llamarnos putas, guarras, cerdas, busconas, malas mujeres y brujas, entre otras lindezas. Se usa, antes o durante una agresión machista. Se usa para vomitar rabia, veneno y maldad sobre nosotras.

Nos la tratan de meter doblada, con el rollo de siempre.

Yo no reivindico que soy una zorra. No quiero ser una zorra. Quiero ser una mujer libre. Punto. Que me llamen zorra, ni me empodera, ni me gusta. No le veo la gracia a ir gritando, cantando en este caso, “-soy una zorra, soy una zorra”.

No señores y señoras, no soy una zorra.

Las mujeres no somos unas zorras por pedir la igualdad de trato. La igualdad real, claro. Y la igualdad, no nos equivoquemos, sólo se consigue con respeto.

Que sí, que el espectáculo está muy bien. Que poner además, a una mujer de más de 50 años subida al escenario en un festival y no a una veinteañera, hipersexualizada, moviendo el culo y enseñando carne, (bueno, en este caso, les pusieron a ellos enfundados en cuero y meneando el trasero), también estaría bien si el mensaje fuese otro, pero cuando te llaman zorra, te están insultando. Te están faltando al respeto. Esto lo saben hasta las niñas y los niños pequeños.

¿Alguna mujer se merece que la llamen zorra? Va a ser que no.

¿Qué nos quieren transmitir con este mensaje? ¿Cual es el discurso?

¡Hala! ¡A zorrear todas sin descanso, como si no hubiese un mañana!

Si salgo de noche, si hago mi vida sin dar explicaciones… soy una zorra. Una zorra mala, a la que hay que temer.

No lo compro. Yo no quiero dar miedo a los hombres. Yo quiero que los hombres me respeten. Haga lo que haga. Entre, salga, suba o baje.

Las mujeres tenemos derecho a vivir nuestras vidas como nos dé la real gana. Sin cuestionamientos morales ni sociales. Llamarnos zorras es ponernos una etiqueta. Una etiqueta fea. O santas, o putas. Para algunos y algunas no hay más categorías.

Pues siento deciros, que sí, que hay más. Hay todo un abanico de colores, aparte del blanco y del negro. El violeta, por supuesto, es uno de mis favoritos.

Y después de la turra, podría deciros que me voy a zorrear, pero no. Me voy a vivir mi vida libre y tranquila, a tomarme una caña, sola o en compañía, a entrar, a salir, a reír, a pasear, a bailar y a disfrutar. A vestirme como me dé la gana y a no mirar el reloj a la hora de volver a mi casa.

A seguir explicando, a quien me pregunte, que esto del feminismo va en serio, que no es una broma ni una pantomima, y que a ver si nos ponemos las pilas de una vez y vemos el mundo con las gafas violetas, para que dejen de intentar colárnosla, ¡que ya está bien!

@solinobarcia