Licencia para embarazarnos

María Soliño. Traballadora Social e Escritora

El pasado 6 de junio, la triplista gallega Ana Peleteiro y medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio, anunció a través de sus redes sociales que está embarazada de tres meses.

En octubre del 2019, Peleteiro ya había expresado su deseo de ser madre a corto plazo. Por aquel entonces explicó que tenía una cláusula en su contrato con Adidas por la que una posible gestación no repercutiría en ese vínculo. «Javier Zapata», en nombre de la firma, me dijo: “No va a repercutir nada en tu contrato aunque un año te quedes embarazada y no compitas”», desveló entonces la triplista gallega.

Ana fue incluso más allá, posicionándose sin dobleces a favor de los derechos de las deportistas: «Si quiero luchar por los derechos de la mujer, no puedo esconder eso. La  mujer tiene derecho a ser madre cuando le apetezca y no perder sus derechos», recordando que, «aunque estés embarazada, puedes seguir entrenando y una vez que se da  a luz, a los 40 días se puede empezar a ejercitarse».

Incluso reflexionaba sobre que, en ocasiones, una lesión implica perder mucho más tiempo que la maternidad: «Algunas lesiones pueden ser peores que un embarazo. Es absurdo que te rescindan el contrato por estar embarazada y no pase nada si tienes una lesión de larga duración».

En una colaboración anterior ya hablé un poco sobre el deporte y lo invisibles que somos las mujeres en él. Bueno, pues parece que por fin, algo está cambiando. Pero, como siempre, somos nosotras, las mujeres, las que tenemos que levantar la voz y decir: “¡Hasta aquí!”.

El caso más reciente y sonado fue el de Allyson Felix con Nike, en el que la firma quiso rebajarle un 70% su aportación económica, cuando ésta anunció su embarazo. Allison no tragó y denunció su  situación. —“Si yo, una de las atletas más comercializadas de Nike, no puedo conseguir esas protecciones, ¿quién podría?”

Allyson cambió de patrocinador y fichó por la marca femenina Athleta, dejando plantada a Nike, que tiempo después, —¡ay, la reputación!— entonó el «mea culpa» y rectificó su error. Pero antes  de eso, Allyson tuvo que echarle «un par» y plantarse ante un gigante. Esto me lleva, una vez más, a recordar como las mujeres tenemos que llevar la carga y la culpa de nuestra maternidad y  plantearnos como una decisión tan personal y con tanto impacto en nuestras vidas puede afectar a nuestro desarrollo profesional e incluso al clima laboral de nuestra empresa.

Hace unos meses, durante una de las formaciones que imparto sobre Igualdad de Género, uno de los asistentes se mostró bastante molesto cuando mencioné el tema de la maternidad y la  discriminación que sufrimos las mujeres por este motivo. Les conté, además, mi propia experiencia personal, puesto que yo misma fui despedida cuando comuniqué mi primer embarazo.

Como vi que se revolvía cada vez más en el asiento le pregunté directamente. Juan, —vamos a llamarle así— me contestó que hace unos años, en una empresa en la que trabajaba, eran un equipo  de unas quince personas, mitad hombres, mitad mujeres y que no existía discriminación alguna, al contrario. —¡Fíjate tú! —me dijo indignado—, que cuatro de mis compañeras se quedaron embarazadas casi a la vez y nosotros, los hombres, tuvimos que hacer su trabajo cuando se quedaron de baja. ¡Y no nos quejamos! ¡Aún por encima!

¡Ellas se quedaron en casa y nosotros a trabajar el doble! Respiré hondo, lo juro, y le contesté con el tono más amable del mundo, os lo vuelvo a jurar.

—Ya, Juan —volví a respirar—, pero fíjate en una cosa, tus compañeras no tienen la culpa. La culpa es de la empresa que no cubrió sus bajas maternales, ¿no crees? — como Juan me ponía caras, continué— además, hasta donde yo sé, una mujer no se embaraza sola, creo que vosotros tenéis, en la mayoría de los casos, mucho que ver con el asunto.

El debate siguió y dio para mucho, pero sobre todo, dio para saber y darnos cuenta de que la discriminación sigue sin percibirse como tal, que tenemos normalizadas situaciones que a todas luces son una carga injusta, como esas famosas cláusulas «antimaternidad», que se incluyen por norma en los contratos de las deportistas femeninas. Es como si incluyes una cláusula anti lesiones,  como explicaba Ana Peleteiro, un despropósito. Y es curioso también, que estas cláusulas antiembarazo estuviesen permitidas y que ni los sindicatos ni la inspección laboral se hayan preocupado nunca de ellas. Es injusto, lo mires por donde lo mires.

Pero luego las exageradas somos nosotras, las que nos inventamos los techos de cristal, la brecha salarial y la discriminación que nos supone, por ejemplo, ser madres.

Leer noticias como esta me remueve, pero en este caso de una forma positiva y esperanzadora, y es que, poco a poco, damos pasos al frente. Poco a poco empezamos a enfrentarnos y a decir basta. Poco a poco.

Gracias Allyson Felix. Gracias Ana Peleteiro. Gracias a todas las que reivindicáis y peleáis por los derechos de todas.

Ahora ya tenemos licencia para embarazarnos. Hoy va por vosotras.

María Soliño.

@solinobarcia